(A veces, muchas veces, siento perder el tiempo mientras veo cierto tipo de películas que me aportan mas bien poco. Aunque siempre utilizo una frase que una vez me dijo alguien..."Para apreciar el buen cine, hay que ver mucho cine malo...", pero es que hay veces que me invade un sentimiento de culpa al pensar que podría estar viendo clásicos del cine negro de los 40, maravillas de la Nouvelle Vague, obras maestras del Spaghetti-Western...Cintas que seguramente me llenarían y de las cuales aprendería mucho.)
Posiblemente sea de hace una año, más o menos, y su lectura me ha ayudado a valorar este último año de cine, me ha hecho ver que desde que redacté esto, hasta ahora, no he dejado de ver cine, del grande, del eterno. Sobre todo Nouvelle Vague, mucho Chabrol, Chaplin, cine negro de la época dorada de Hollywood y Truffaut, mucho Truffaut. Además de revisitar imprescindibles, gracias a ese sentimiento didáctico de mostrar obras de arte a mi pequeño "padawan" y sin dejar de escudriñar la cartelera en busca de películas no olvidables. Así, yendo a la raíz de lo que nos ocupa, se nivela la balanza, desaparece esa sensación de pérdida de tiempo, se sufren menos las películas flojas, pensando en el próximo paso para ajustar ese peso en el símbolo del horóscopo de Libra.
Mucho de lo que he visto desde que dejé de contar mis penas en el blog me ha empujado fuertemente a plasmar mis pensamientos por aquí, pero no terminaba de encontrar tiempo, hasta que vi, hará unos días algo por lo que valen la pena las millones de horas gastadas delante de una pantalla. Vi "Les 400 Coups" de François Truffaut. Como narices he tardado tanto tiempo en ver esto, cada cosa a su tiempo, dirán algunos, seguramente no lo hubieras valorado tanto, dirán otros. Que lento eres, diré yo.
Una de esas bofetadas que de vez en cuando te regala el cine, pero se merece una entrada propia, así, que me callo.
Y como dice mi amigo Juan de Padura (@juandepadura)..."El cine es la vida".
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